Cuando era niño mi papá me compró un laboratorio portátil de experimentos aeronáuticos. Ahora que lo pienso, debió haber costado muchísimo dinero porque en Bolivia esos artículos eran escasos, además de ser importados de tierras muy lejanas. Pero a mi papá le encantaba expresar su cariño comprándome exóticos juguetes para divertirse conmigo. Aunque entendía muy poco del manual de instrucciones, pasábamos juntos horas y horas haciendo experimentos de física, construyendo aeroplanos de todo tipo y ensamblando cohetes que probábamos en distintas bases de prueba.
Después de varios años de experimentación y entretenimiento, mi potencial carrera como Ingeniero Aeroespacial se desintegró cuando nuestro proyecto más ambicioso (nuestro primer cohete con propulsión de pólvora) fracasó rotundamente. Supuestamente, el cohete debía despegar lentamente ganando velocidad y altitud hasta alejarse una distancia considerable. Durante la última etapa, cuando la ley de la gravedad había reducido su velocidad casi a cero, una leve detonación expulsaría la punta del cohete y el cuerpo sujetado a un paracaídas descendería danzando con gracia y elegancia. Bueno, las cosas no siempre salen como esperamos. El cohete nunca se alzó más de 2 metros y la explosión despedazó violentamente la fragilidad de nuestra creación mientras observábamos con ojos desconcertados cómo los restos caían a nuestro derredor como en cámara lenta.
Los años pasaron y mi pasión se concentró más en las ciencias de la computación que en la ingeniería. Además, las oportunidades de un Ingeniero Aeroespacial en un país del tercer mundo son prácticamente nulas, tanto para recibir educación como para ejercer la profesión. Imaginen al gobierno boliviano poniendo en órbita el satélite nacional EVO III :). Sin embargo, en mi interior se mantuvo escondida esa admiración por el espacio y los artefactos creados por el hombre que son enviados más allá de los límites de la atmósfera celeste que envuelve nuestro planeta.
Décadas más tarde, en una sucesión de eventos casi aleatorios desde el punto de vista humano, el Señor me envío a los Estados Unidos para recibir formación teológica, de modo que pudiera conocerle más y admirar mejor su gloria, santidad y majestad. Después, Él decidió que volviera a la universidad para continuar mis estudios en Ciencias de la Computación con todos los gastos pagados. Con mucho sufrimiento, y algunos intentos fallidos de tirar la toalla en medio del proceso, Dios me otorgó la fortaleza para obtener la maestría.
Al continuar con el doctorado, una vez más Dios cambió el rumbo de las cosas soberanamente y nos regaló nuestro primer bebé. Estas nuevas circunstancias me impulsaron a buscar empleo, justo a tiempo cuando el permiso para trabajar me fue concedido por primera vez. Dios planea los tiempos y los eventos de manera absolutamente admirable. Pero antes de dejar por completo mi carrera académica, Él tenía preparada una sorpresa más… Me concedió un sueño que tuve de niño, una ilusión que fue olvidada y silenciada por los años y la imposibilidad de su cumplimiento. Mi Señor ejerció nuevamente su dominio sobre el reino de los mortales para indicarles que me dejaran trabajar en la Administración Aeronáutica y Espacial Nacional – NASA.
Estoy disfrutando cada momento de mi tiempo como pasante durante los últimos meses que me quedan como estudiante, a la vez que mi corazón humildemente rebosa de gratitud por otro regalo más de su gracia inmerecida. Mientras tanto, sigo buscando un trabajo a tiempo completo para sostener a mi familia, pero en vista de la fidelidad infalible de nuestro Señor, confiamos en que Él proveerá a su debido tiempo.
Después de varios años de experimentación y entretenimiento, mi potencial carrera como Ingeniero Aeroespacial se desintegró cuando nuestro proyecto más ambicioso (nuestro primer cohete con propulsión de pólvora) fracasó rotundamente. Supuestamente, el cohete debía despegar lentamente ganando velocidad y altitud hasta alejarse una distancia considerable. Durante la última etapa, cuando la ley de la gravedad había reducido su velocidad casi a cero, una leve detonación expulsaría la punta del cohete y el cuerpo sujetado a un paracaídas descendería danzando con gracia y elegancia. Bueno, las cosas no siempre salen como esperamos. El cohete nunca se alzó más de 2 metros y la explosión despedazó violentamente la fragilidad de nuestra creación mientras observábamos con ojos desconcertados cómo los restos caían a nuestro derredor como en cámara lenta.
Los años pasaron y mi pasión se concentró más en las ciencias de la computación que en la ingeniería. Además, las oportunidades de un Ingeniero Aeroespacial en un país del tercer mundo son prácticamente nulas, tanto para recibir educación como para ejercer la profesión. Imaginen al gobierno boliviano poniendo en órbita el satélite nacional EVO III :). Sin embargo, en mi interior se mantuvo escondida esa admiración por el espacio y los artefactos creados por el hombre que son enviados más allá de los límites de la atmósfera celeste que envuelve nuestro planeta.
Décadas más tarde, en una sucesión de eventos casi aleatorios desde el punto de vista humano, el Señor me envío a los Estados Unidos para recibir formación teológica, de modo que pudiera conocerle más y admirar mejor su gloria, santidad y majestad. Después, Él decidió que volviera a la universidad para continuar mis estudios en Ciencias de la Computación con todos los gastos pagados. Con mucho sufrimiento, y algunos intentos fallidos de tirar la toalla en medio del proceso, Dios me otorgó la fortaleza para obtener la maestría.
Al continuar con el doctorado, una vez más Dios cambió el rumbo de las cosas soberanamente y nos regaló nuestro primer bebé. Estas nuevas circunstancias me impulsaron a buscar empleo, justo a tiempo cuando el permiso para trabajar me fue concedido por primera vez. Dios planea los tiempos y los eventos de manera absolutamente admirable. Pero antes de dejar por completo mi carrera académica, Él tenía preparada una sorpresa más… Me concedió un sueño que tuve de niño, una ilusión que fue olvidada y silenciada por los años y la imposibilidad de su cumplimiento. Mi Señor ejerció nuevamente su dominio sobre el reino de los mortales para indicarles que me dejaran trabajar en la Administración Aeronáutica y Espacial Nacional – NASA.
Estoy disfrutando cada momento de mi tiempo como pasante durante los últimos meses que me quedan como estudiante, a la vez que mi corazón humildemente rebosa de gratitud por otro regalo más de su gracia inmerecida. Mientras tanto, sigo buscando un trabajo a tiempo completo para sostener a mi familia, pero en vista de la fidelidad infalible de nuestro Señor, confiamos en que Él proveerá a su debido tiempo.