miércoles, marzo 19, 2008

Memorias de un hijo agradecido – Carta a mi Padre

¡Hola papi Roli!

Papi RoliAl reflexionar en el día del Padre, un caudal de memorias inunda mi mente, refrescando imágenes tuyas en diferentes etapas de mi vida como tu hijo.

De los años de mi niñez, recuerdo la diversión que teníamos juntos jugando con la variedad de regalos que me diste. Algunos de ellos debieron ser muy caros, porque seguramente eran importados. El primero que viene a mi mente es el autodromo con los autos blanco y rojo tipo formula 1. Cómo pasábamos horas acelerando y viendo los autos recorriendo la pista incansablemente una y otra vez. Luego adicionaste partes para poder tener una pista en forma de 8. Aún hasta hoy no he vuelto a ver en una casa un autodromo con autos tan grandes.

También recuerdo un tren eléctrico, un par de patines, una bicicleta Caloi, un skate-board, aviones de plástico a escala, el PlayMobil, el Mecanno, el Atari … wow, cuánto me mimabas, ¿no? Pero ya sabes que entre mis favoritos estaban los aviones de madera valsa y el laboratorio de aeronáutica, con todos sus experimentos y cohetes, aviones y globos de helio. Pasábamos horas en el taller, diseñando, cortando, pegando y ensamblando los modelos y luego saliendo a probarlos, ¡qué gran diversión!

Pero todavía hay mucho más que recibí de ti. También estuviste conmigo en mis momentos de debilidad física, grandes y pequeños, en operaciones y varias visitas médicas y aún extracciones molares. Recuerdo esa vez que tuve intoxicación digestiva. Me sentía extremadamente débil y tú me ayudabas no sólo a caminar, sino que también estabas a mi lado sosteniéndome y dándome ánimo mientras vomitaba miserablemente una y otra vez. Cuando me rompí el tobillo, tú me cuidaste, me llevaste en el auto, me cargaste y hasta me bañaste debido a mi incapacidad de poder hacerlo por mí mismo.

Cuando trabajabas en Yacimientos me gustaba subir en el ascensor hasta el piso 10, donde estaba tu oficina, y ver las pantallas mostrando ondas oscilantes, las baterías, los transformadores, las fuentes de poder, testers, herramientas y otro montón de aparatos extraordinarios. Alguna vez me llevaste en un viaje de trabajo camino al lago, donde pasamos la noche en una casa blanca donde los trabajadores estaban explorando el altiplano en busca de gas o petróleo. Me placía decir que mi papá era “Técnico en Radio-Comunicaciones”. Pero, después de años de trabajo (¿12?) te dijeron que debías trasladarte a Bermejo o algún lugar recóndito del sur del país. Podrías haberte dejado dominar por el temor a no encontrar trabajo o empezar desde cero, pero tu familia era más importante y el Señor te dio fe y valentía para renunciar y no dejarnos en La Paz o llevarnos a todos, arrancándonos de todo lo que conocíamos y estimábamos. Y luego el Señor te bendijo con un grandioso nuevo trabajo.

Con mi adolescencia llegaron años de tinieblas, desobediencia y rebeldía. Una vez, exploté en enojo y te grité faltándote el respeto, pero tú no respondiste a mi insensatez, sino que extendiste gracia, y luego me llevaste a pasear para conversar en paz conmigo, ¡qué ejemplo de humildad! Otra vez, dejé que mis emociones me dominaran nuevamente, pero tú respondiste en amor una vez más, y me ayudaste a trabajar en el escritorio de madera que estaba construyendo, mientras dejabas que mi exasperación se disipara. Por años y años, tuviste paciencia conmigo, mientras yo me sublevaba en mi necedad en contra de ti, mi mami y Dios. Debieron ser años difíciles, al verme perdido en mi pecado y miseria.

Tiempos de incertidumbre retornaron y te viste una vez más sin trabajo. Me conmueve pensar que en medio de mi rebeldía, tú decidieras compartir conmigo los escasos recursos con que contabas para que yo pudiera terminar la universidad. Me regalaste una cantidad de dinero de modo que yo me concentrara en acabar mi carrera. Sin ellos, yo hubiera tenido que dejar los estudios para empezar a trabajar, pero una vez más me enseñaste con tu ejemplo acerca del amor sacrificial de un padre.

Sin embargo, tu devoción como padre y proveedor no se detuvo allí. Dejaste atrás tu posición privilegiada y te doblaste las mangas para trabajar instalando medidores, madrugando cada fría mañana, viajando largas distancias para poder traer el pan de cada día a nuestro hogar. Recuerdo claramente la dificultad de las circunstancias: el tener que competir con otros para obtener una instalación, el utilizar tus propios recursos, movilidad y herramientas, el desgaste físico y emocional, todo para ganar unas cuantas monedas al final del día, cada día, día por día... Posiblemente trabajabas más duro que antes, pero ganabas muchísimo menos. Aún así, lo hiciste, para proveer nuestro sustento con el sudor de tu frente, para que mi mami, yo y mis hermanas tuviéramos comida y vestido. Con tu ejemplo, me ensañaste cómo un verdadero hombre de Dios debe asumir su responsabilidad como cabeza de hogar. Eso no se puede aprender ni experimentar en ningún seminario o escuela, pero tú lo modelaste para mí. ¡Gracias, gracias, gracias papito! No puedo contener mis lágrimas de gratitud a Dios por otorgarme un padre como tú. Y en este día deseo honrarte y agradecerte por las innumerables formas en que me mostraste tu cariño y afecto y por enseñarme a través de ejemplos tangibles sobre el amor de nuestro Padre Celestial

¡Feliz día del Padre, papito!